domingo, 3 de junio de 2012

Y bueno así quedo










Se ve chiquito pero haga un esfuerzo




martes, 17 de agosto de 2010

Este si Dios quiere y con algunas modificaciones (sobre todo el fondo), puede ser mural. Que el tiempo y la suerte lo digan

Para un amigo que me pidió que subiera algo de lo que hago y no tiene face para ver lo que cuelgo.

No es muy buena la foto pero se hace lo que se puede

lunes, 1 de junio de 2009

Impacto de Ausencia


Esta es mi primera animación. Espero que la disfruten

martes, 23 de diciembre de 2008

Evaluación, cuestión de conciencia


En lo cotidiano, las actividades diarias, incluso aquellas en las que consideramos que actuamos automáticamente, estamos evaluando. El ámbito de la educación no es la excepción. Nuestras decisiones de comprar tomates o esperar hasta la tarde que vienen de la feria más frescos, no tendrían mayores consecuencias, pero de igual manera son hábitos evaluativos que, de igual manera que en la práctica educativa, generan antecedentes de resultados ante determinadas decisiones estratégicas.
La evaluación es un elemento de vital importancia dentro del acto educativo. Por un lado permite conocer el grado de aprehensión de los conocimientos de los alumnos en el proceso de construcción del saber, y por otro lado funciona como una devolución de la práctica de uno como docente. Una especie de diagnóstico sobre cómo su práctica ha ido avanzando y cuáles son las modificaciones que se ven necesarias realizar para mejorarla.
Seguramente estaremos de acuerdo en que el método más indicado para estos fines es el de proceso, que posibilita el ejercicio “derrídico” de pararse en el margen y modificar, en el mismo camino de la práctica, las estrategias utilizadas.
En este sentido es necesario crear vínculos con el alumno que nos permita conocer sus potencialidades y sus necesidades educativas, más allá de sus intereses, que son los que nos permitirán formalizar nuestras prácticas en planificaciones plausibles y diversas.
El diálogo en este sentido se torna esencial, pero además de la búsqueda de comprensión del otro, también debe tener la meta final de mejorar no sólo la práctica propia, como hemos mencionado anteriormente, sino la estructura propia del alumno para apropiarse de los conocimientos.
Institucionalmente, la evaluación toma una forma titánica en dos aspectos: por un lado es también diagnóstica para considerar la calidad de la formación de la institución, y por otro, las prácticas evaluativas de las instituciones tienen mucho que ver a la hora de decidir sobre cuál responde mejor a las expectativas de los alumnos (en caso de los niveles más altos) y de los padres de alumnos (en caso de los niveles iniciales), lo que hablará de la calidad de personal docente y de la unidad en el equipo directivo.
En este sentido, la evaluación se torna fundamental para poner en relieve cuáles son los aciertos y cuáles los aspectos a mejorar dentro de la educación escolar.
En la institución a la que pertenezco conviven diferentes métodos de evaluación: por un lado, y dada las características de la formación artística de trabajar en forma de taller, existe una ineludible evaluación de proceso; por otra parte, la convive con espacios que forman en lo pedagógico, que si bien acompañan en el proceso de aprendizaje del alumno, la evaluación se concretiza en instancias parciales y finales. De igual manera, los mecanismos del sistema, obligan a los docentes a reducir a un número, los progresos, habilidades, potencialidades, de los alumnos, por tanto que resulta difícil congeniar el proceso con el resultado, pero es una contradicción a la que “el sistema” nos tiene acostumbrados.

viernes, 28 de noviembre de 2008

Propuestas

Los Centro de Formación ¿están formando el docente que la escuela necesita?

Mucho se ha hablado en los niveles obligatorios del Sistema Educativo, sobre la necesidad del planteo en los docentes de una “nueva” pedagogía que refuerce las capacidades vinculares de los chicos, desde la especificidad disciplinar y la relación interdisciplinar para la formación de un ser integrado en sí mismo y en la sociedad democrática, construida desde el consenso y la aceptación tolerante de las diferencias.
En este sentido se han formulado diferentes teorías que tratan de brindar a los docentes diferentes miradas que, una vez en la práctica, tenderían a modificarlas, ayudando, de esta manera, a ampliar la visión del chico, abandonando consecuentemente, la escuela, el papel de reproductor de “vicios” sociales que, en su indiferencia, fijó.
Para esta necesaria modificación del rol del docente al de educador como agente de cambio, es necesario también el mismo nivel de modificación en los centros de formación, para que las nuevas generaciones de docentes se encuentren más sensibilizados para su tarea. Ya que, para los actuales estudiantes de los centros, su propia biografía escolar atenta contra la inestabilidad de las certezas , determinándolas. Y es prioridad entender que, en un mundo de cambio vertiginoso como el que nos contiene, las certezas son escasas. Me animaría a decir que a única certeza cierta, es la de nuestra existencia.

¿Qué significa esto?

El devenir de la historia, y el carácter movilizador del hombre, acabó con aquellos grandes mitos, con las grandes verdades que los grupos de poder sostenían.
En este sentido hubo dos grandes sucesos que aceleraron este proceso, y casualmente ambos tienen que ver con avances fenoménicos de la comunicación:
 El primero fue la masificación del texto, de mano de la imprenta. Los libros abarataban sus costos y el acceso a la información comienza a diseminarse. Sus variantes en periódicos y otras publicaciones más austeras, como el panfleto o el folletín, hacían correr sin distinción de clase las nuevas ideas y los avances de la ciencia que, como cataratas, hacían desbarrancar las amenazas apocalípticas religiosas y ponían en contacto al mundo.
 Muchos siglos después, con una serie de avances que continuaban su senda dentro de la comunicación, como la radio y posteriormente la televisión, aparece el satélite que ha de dar la estocada final, dejando sin tiempo al camino de la información, inmediatizándola, mostrando al instante un mundo desconocido para nosotros y los sucesos que allí ocurrían, conectándonos, en imagen y audio, a todo el planeta.
Sin límite de edades, la familia entera pretendía educarse por televisión. No sólo eso, sino que la Industria televisiva pretendía (o pretende) educar a la familia. Y en esta ambición de conocer el mundo, aunque sea por televisión, fuimos perdiendo contacto con nuestro entorno. En las grandes ciudades, este pobre contacto con el otro, fue carne de Internet, que permitía conectarse con un “click” con cualquier persona del mundo. Lo que se atrofió fue nuestra capacidad de conectarnos socialmente. Incluso estas palabras fueron “virtualizándose” para su utilización dentro de este ámbito: las relaciones persona a persona pueden no ser las concretas, lo social puede formar parte del concepto de “comunidad” que se maneja en la Web, entre otros. De allí que en la era de la comunicación, paradójicamente, los vínculos personales han sido quebrados.
En estos sistemas progresistas, donde los que menos tienen quedan relegados, debemos, como futuros docentes, abogar por reforzar el autoconcepto de nuestros chicos, a través de un vínculo que le sirva de contención para un crecimiento sano sin lo resentimientos que vemos hoy.
Para esto es necesario, dentro de los Centros de Formación Docente, que los educadores de futuros educadores, además de enseñar contenidos específicos y pedagógicos, ayuden a construir un docente creativo en la acción, capaz de resolver situaciones conflictivas, pero además, de generar vínculos que refuercen la estima para construir ese ser social del que hablábamos en el inicio, para que sea capaz de reflexionar sobre su realidad, y por sobre todo, que sea capaz de abrir nuevas puertas para mostrarles otras realidades, y animarlos a conocerlas.
Quizá las estrategias para esto sean tendientes a sensibilizar la mirada del estudiante adulto, con todo lo que esto implica, para que pueda captar, con una visión descontaminada, las necesidades de los grupos que tenga a cargo.
Para llegar a esta meta, las estrategias tendrán que ver con una presentación creativa, también a nivel terciario, de los conocimientos, con el objetivo de naturalizar este tipo de presentaciones, y hacerlas carne para sus futuras prácticas. Incluso sería positivo incluir el juego, para reforzar siempre la idea de la creación de vínculos que el hombre adquiere en sus primeros años a partir de estas prácticas. Además es puro mito que el hombre adulto no puede jugar, sólo ha perdido la costumbre de hacerlo. El juego quita presión al aprendizaje y a los procesos evaluativos, de esta manera se realizan inevitablemente, evaluaciones procesales, dotándola de un sentido más adecuado a la necesidad actual.
La realidad es que en los Centros de Formación, cursan clases alumnos adultos, que, si bien no tienen el caudal de conocimiento que un docente, son capaces, como adulto, o debería enseñárseles a ser capaces de formar opinión frente a los textos que leen. Por lo que el docente de profesorado debería alimentar a esta formación reflexiva frente a los conceptos que le presenta a sus alumnos, pluralizando las fuentes de su material de trabajo y poniendo en crisis sus certezas, para la búsqueda de nuevas respuestas que se adecuen a su problemática, tarea que deberá realizar a diario en su profesión docente a la hora de seleccionar estrategias para llevar adelante un grupo.
Estas actividades deben ser planteadas con el propósito de reconocerse y reconocer en el otro un ser que reflexiona y tiene sentimientos de los más diversos, que pueden ser o no coincidentes con los propios. Esta diversidad debe ser entendida como la posibilidad de aprender del otro. Sólo reconociendo al otro y sus capacidades podremos saber cuales son sus necesidades de conocimiento, en este caso, e intentar brindárselas. Sólo reconociendo al otro podremos enseñar. Este no es un fenómeno aislado de los niveles obligatorios del Sistema, porque sólo el que ha sido reconocido como Ser es capaz de reconocer a alguien más.