En los tiempos de la Escuela Normalista, la formación docente respondía con eficacia al sistema y con eficiencia a la demanda social. Ese contexto dió nacimiento a la necesidad de un modelo docente que el estado se ocupó de sistematizar.
En el devenir de la historia, en conjunto con el planteo de un desfasaje entre la realidad de la institución escolar y la necesidad contextual, existe análogamente, un desfasaje entre el docente que la institución escolar necesita para "acercar las partes", y el docente que egresa de los centros de formación.
De esta manera eficacia y eficiencia dentro del sistema y la formación docente no se construye de la manera en que, eficacia y eficiencia, es demandada a la institución escolar. Reproduciendo sistemática y cíclicamente modelos que no pueden más que frustrarse ante una realidad de necesidad de eficiencia que resulta de una actitud docente no construída dentro de los centros de formación. Ya sea por los avatares propios del manejo de sistemas educativos por parte de una "ineptitud" del poder político, como también por la incapacidad de los docentes de nivel superior, formadores de docentes de revelarse a su propia formación; demostrada, con una alta deserción y un creciente desinterés, altamante ineficaz y profundamente ineficiente.
Sin embargo, educar sigue siendo la tarea.
Dentro de este pesimismo declarado del sector docente (y de la sociedad en general) sigue latente la intención de brindarse al otro para brindar conocimiento.
En este contexto, ¿cuál es el rol del docente hoy? ¿cuál es su misión? ¿dónde está la meta de la eficacia? ¿cuál es el camino de la eficiencia?